Mis inicios fueron algo normales. Nací en Italia, Perugia, en el año 1529. Era el único hijo de la tercera familia mas adinerada de la ciudad, la familia Couteau.
La familia Couteau era famosa por tener un linaje bastante corto y, a la vista de algunas personas, sospechoso. ¿Sospecha? Si, sospecha. La familia tenia un árbol genealógico bastante corto para la cantidad de dinero que tenia. No había mas de 3 generaciones, siendo nosotros la ultima, y aparte los miembros pasados tenían nombres tan extraños que la gente discutía si en realidad existieron o no.
Bueno, todo esto no es tan importante. Mi familia era adinerada pero era acusada de corrupción y de tratos pocos confiables con organizaciones criminales de ese entonces.
Una noche, me desperté a las 6 de la tarde, (Normal que me despertara a esa hora, ya que estaba acostumbrado a dormir en el día) y la casa tenia un ambiente extraño. Toda la casa, normalmente iluminada, se encontraba bajo la luz de las ventanas, que resplandecían de un naranja parecido al fuego. También se oían algunas voces afuera de mi cuarto, y eso no era normal.
Me levante de mi cama, me coloque mi ropa de diario, y camine al cuarto de mis padres para ver si se encontraban. En esa época yo contaba apenas con 15 años de edad, mas o menos. Al entrar al cuarto de mis padres, me encontré con algo inusual. Todo esta perfectamente arreglado, muy limpio, muy vació. Esto no era normal ya que mis padres eran bastante desordenados, tanto como yo.
Esto me levanto sospechas, y camine a un paso mas apresurado al salón principal. Ahí lo que me encontré fueron a mis padres con un par de sacos y bolsas con sus pertenencias dentro de ellos. Lo raro es que había luces afuera de la casa y gritos de personas enojadas afuera.
No entendía que pasaba, así que me fui acercando mas y mas a mis padres. Estos me detuvieron, me tomaron por los brazos y me dijeron al oído mientras me entregaban una carta sellada "Ve a las montañas del este y no regreses acá. Te alcanzaremos ahí".
Tras esto, los mire a los ojos, los abrace, y me fui corriendo por la puerta trasera hacia las montañas que me dijeron.